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NOTICIA
Polémicas en torno a la figura de Jesús “Con él llegó el Escándalo”

Las interpretaciones artísticas de la figura de Cristo han sido fuente de controversia, acusaciones de herejía y condenas abiertas durante siglos, a veces con consecuencias graves para sus responsables.


Por Vicente Fernández de Bobadilla


Un momento, ¿Cristo? ¿Conoces a Cristo? —¿Que si lo conozco? ¡Mierda, ese negro me debe 12 billetes! Diálogos de este tipo fueron los que provocaron que la productora Miramax recibiera miles de cartas amenazantes tras el estreno de Dogma (1999), la película de Kevin Smith que parodiaba sin piedad todos los tópicos bíblicos, centrada en una pareja de ángeles renegados (Ben Affleck y Matt Damon, nada menos) que planeaban destruir a la humanidad. El chiste sobre Jesucristo que suelta el cómico negro Chris Rock era solo uno de muchos, pero, según cuenta el escritor Peter Biskind en su libro Sexo, mentiras y Hollywood (2006), ya antes de que nadie hubiera visto un solo fotograma, la presión sobre Disney –entonces propietaria de Miramax– fue tan intensa, que la película estuvo a punto de no estrenarse. Finalmente llegó a las pantallas a través de otra productora, Lions Gate, y recaudó más de 30 millones de dólares solo en el mercado estadounidense –su presupuesto había sido de 10 millones–, además de vender más de un millón de DVDs.

La controversia en torno a la religión suele salir rentable, y pocas figuras se han prestado más a esa controversia que la de Jesucristo. No es de extrañar, si se parte de la idea de que cualquier visión de su figura que se aparte del dogma de la Iglesia católica está destinada a provocar la ira de un número variable de creyentes. Tanto da que se trate de estudios históricos en los que se revelen aspectos de su vida ausentes de los textos canónicos, como de interpretaciones políticas o de parodias descarnadas que busquen divertir, escandalizar, o las dos cosas a la vez.


Rebeldía en los pinceles 


Estas fuentes de polémica han ido aumentando en los últimos años, a medida que la sociedad occidental se secularizaba y la Iglesia iba perdiendo el poder omnipotente que ejerció durante siglos sobre personas y Estados enteros. Pero hay antecedentes, y algunos vienen de muy lejos: la obra pictórica de Alberto Durero (1471-1528) está llena de referencias y temas religiosos, como era habitual en la época, pero fue su autorretrato de 1500 –el tercero y último de los que pintó– el que desató la curiosidad de muchos estudiosos del arte: es difícil no percibir cómo se pinta a sí mismo con atributos casi divinos –la mirada de frente al espectador, reservada entonces a figuras religiosas– y su enorme similitud con los retratos de Jesucristo. Para algunos, ese atrevimiento era directamente una blasfemia, y para otros, todo lo contrario, una muestra de su fe cristiana, representando la idea bíblica del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Otros opinaron que era una estrategia para ennoblecerse en una época en la que los artistas estaban poco a poco subiendo en la escala social. En todo caso, expertos en la figura de Durero han señalado el hecho de que nunca pusiera a la venta este cuadro y lo conservara en su casa como una indicación de que era consciente de la conveniencia  de mantenerlo fuera de la vista del público y, posiblemente, de las autoridades eclasiásticas.

Al final, el cuadro de Durero ha perdurado no por su polémica sino por su perfección y su enorme influencia en la evolución de la pintura, que es lo primero que se menciona al hablar de él, quedando el tema de Jesucristo en un segundo plano. No puede decirse lo mismo de John Everett Millais, que cuando en 1849 pintó Cristo en casa de sus padres solo estaba aportando un nuevo cuadro a la producción de la hermandad prerrafaelita, aunque su efecto fue mucho más allá de lo deseado. El cuadro lo representa de muchacho en el taller de carpintería de San José; a su lado, la Virgen, arrodillada, lo besa en la mejilla. El joven Jesús muestra una herida en la mano, que muchos han interpretado como un símbolo de la crucifixión, mientras que la presencia en la obra de Juan el Bautista con un cuenco de agua para lavar la herida se ha visto como un símbolo del posterior bautizo de Cristo.


No te pierdas más sobre Jesús y su polémica figura histórica en Revista Muy Interesante especial, 2017.


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