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NOTICIA
LA PRIMAVERA DE TONKA

Liberada, desclasifica los inicios de la relación con su marido, Marco Antonio López. Una “aventura transformadora” que incluyó su conversión al judaísmo “por amor”. “Ojalá tengamos la bendición de ser mamá y de ser papá”, confiesa.


Por Sonia Lira 

Fotos Javiera Eyzaguirre 

Producción Tota Echenique 

Maquillaje y pelo Ale del Sante para M.A.C. y Kerastase


Tonka Tomicic llega dispuesta a una metamorfosis. Aparece en el salón con su pelo castaño, en jeans y polera gris. Su look es más bien invernal. Allí la espera un equipo de profesionales que la convertirá en rubia, con toda la carga simbólica que esto implica. Como Marilyn Monroe dejó claro gracias a su personaje en Los caballeros las prefieren rubias. Eso sí, lo de Tonka no es un platinado al estilo de Lorelei Lee, sino un rubio miel de Garnier Nutrisse.

 Algunos brotes en los árboles anuncian el cambio de estación y la animadora de Bienvenidos se entrega a las manos de los estilistas. Dice que no le teme a los riesgos. Ni a los pequeños, como puede ser el cambio de  color de pelo, ni tampoco a los grandes. Menos ahora que se reencontró con la fe en un proceso donde siempre la acompañó su marido, Marco Antonio López, y que incluyó una conversión al judaísmo por amor.

 Es el cambio de Tonka a una estación más espiritual y colorida. 


 —¿Cuál  ha sido su mayor riesgo?

 —Tomo todos los días como una gran aventura. Trato de concentrarme en el día a día. No me quedo pegada en el pasado y acoto las fantasías futuras.


 —¿Nunca ha sentido que salta al vacío?

 —Sí, pero cada vez que he tenido que saltar ha sido  con el estómago y con el corazón. 


 —¿Su matrimonio con Marco Antonio López (Parived) fue un salto?

 —Nosotros somos pareja, somos familia hace muchos años. (Se queda pensando).Te voy a decir algo que nunca he contado: la aventura más emocionante y transformadora —de la que al principio no me percaté, pero que ahora veo con claridad— ocurrió en calle Lyon, camino al auto que había estacionado cerca de Eliodoro Yáñez. Miré al hombre que gentilmente me acompañaría y, sin pensarlo, lo  tomé firme del brazo, como si ese gesto fuera cotidiano entre nosotros. Caminamos juntos queriendo que el tiempo no pasara y, de hecho, seguimos hasta el día de hoy más unidos que nunca. Soy afortunada de compartir lo cotidiano y lo extraordinario con un ser humano espectacular, sólido, inteligente, pero sobre todo conectado espiritualmente. Una luz única y misteriosa.


 —¿Y le faltan aventuras por vivir?

 —Muchas. Me encantaría tener un rol social, trabajar por una causa. Devolver todo lo que la vida me ha dado y que es mucho. Me siento una afortunada y privilegiada. Agradezco todos los días desde que me levanto y puedo ver mis dedos (Cierra los ojos y luego los abre para observar sus manos) hasta la familia que tengo. ¡Es tan fácil perderse!


 —¿Se sintió perdida?

 —Pasé una época desconectada de la fe, pero hoy la tengo profundamente arraigada. 


 —¿De qué religión?

 —Es una fe en Dios.


 —Se lo pregunto porque se casó por el ritual judío.

 —Sí, para casarme tuve que convertirme. Me convertí por amor. Pero no me siento de una religión. Me siento conectada a Dios.


 —El matrimonio es un ritual, ¿por qué decidieron hacerlo así el 2014?

 —Porque sentimos que era maravilloso hacer una trenza invisible y darle un sello divino a nuestra relación. Fue un paso que los dos vivimos como necesario. No como una garantía de felicidad, sino como algo profundo en el alma.


 —¿Siente que podría sellar su relación con otro paso como es tener hijos?

 —Ojalá tenga la suerte de poder ser mamá.


Sigue la entrevista completa en Revista Caras, Septiembre 2017.

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