La habilidad para correr un kilómetro velozmente... para perder peso sin esforzarte mucho... o para esculpir rápido músculos ultra definidos. ¿Es real que algunas personas simplemente nacieron para estar en forma? Y si es así, ¿todas las demás ya nos fregamos? Este debate de naturaleza versus nutrición ha llegado a nuestras rutinas de ejercicios, y está revelando algunos datos fascinantes sobre de qué estamos hechas.
Por Lesley
Rotchford
Puedes
elegir tu #FitFam en Instagram, pero no escoger qué tan en forma está tu
verdadera familia. Aunque la genética relacionada con el entrenamiento no tenga
un hashtag popular, la discusión de “anatomía es destino” ha dominado las
conversaciones coloquiales sobre deportes durante 2016. Tal vez sea por el
hecho de que la impresionante cantidad de 24 pares de hermanos compitieron en
los Juegos Olímpicos el pasado verano. O que las Spartan Races y ultramaratones
(ambas afianzadas en un impulso primitivo para alcanzar el verdadero potencial
de nuestros cuerpos) continúan registrando números impresionantes. O
probablemente sea el grupo emergente de pruebas de ADN relacionadas con la
condición física: media docena han invadido el mercado, prometiendo revelar los
secretos sobre de qué estamos hechos, para que adaptemos mejor nuestras rutinas
de entrenamiento. Lo cierto es que aún no podemos reprogramar completamente
nuestro ADN. Pero sí manipularlo y hacerlo trabajar más duro por nosotras.
Hasta que nos sintamos, por citar otro hashtag, #bendecidas.
La historia de dos gemelas
Imagina
un par de gemelas de 30 años. Llamémoslas Alejandra y Adriana. Poseen el mismo
ADN y crecieron en la misma casa. Así que deberían, en teoría, ser iguales en
talla y condición física. Aún así, la primera es delgada, se mantiene en forma
y corre maratones por debajo de las tres horas, mientras que la segunda es ocho
kilos más pesada y no puede siquiera completar un 5K. Impresionante, ¿cierto?
Los
investigadores también lo creen. En parte, por esta razón han estado estudiando
a los múltiples por décadas. Su ADN compartido los hace sujetos ideales de
estudio por ser grupos controlados. Los estudios longitudinales de gemelos han
proporcionado un montón de información sobre cómo los genes afectan la salud, y
varios han mostrado el fuerte rol que estos juegan sobre nuestra condición
física. Claude Bouchard, directora del Laboratorio de Genética Humana en el
Centro de Investigación Biomédica Pennington, en Baton Rouge, Luisiana, dice
que cerca del 50 por ciento de nuestra condición física base (lo que somos
capaces de hacer sin realmente entrenar) está determinada por variantesen
nuestros genes.
Variantes
es la palabra clave aquí. A pesar de que ciertas cualidades atléticas son
fuertemente hereditarias, existen más de 200 genes relacionados con la
condición física, y dado el conflicto de los resultados de los estudios, los
investigadores todavía no pueden definir exactamente cuánto influyen estos en
nuestra fuerza, fenotipo e índice de masa corporal.
La
estatura es muy clara, un 80 por ciento hereditaria, lo que significa que si
eres bajita, es 80 por ciento culpa de tus genes y solo 20 debido a otros
factores, como tu nutrición cuando eras niña. Después pasemos al territorio
de los músculos. La fuerza muscular es 30 a 83 por ciento heredable, el
tipo de cuerpo es 32 a 82 por ciento, y el índice de masa corporal 47 a 90.
Así
que, mientras es poco probable para ti medir 158 cm y pesar 140 kilos, cuando
tu hermana mide 155 y pesa también 140, esto será, en realidad, algo bastante
posible.
Lo
que sabemos: Tus genes provocan tu tipo de cuerpo, lo que crea una ventaja
competitiva directa para los deportes. “Cuando ves a alguien como Simone Biles,
es increíblemente compacta y poderosa”, dice Stephen Roth, profesor de salud
ambiental aplicada y kinesiología en la Universidad de Maryland. “Ella puede
hacer cosas en gimnasia que otras personas que son 30 centímetros más altas no
pueden hacer por su biomecánica”. (Por ejemplo, su composición corporal le
permite volar más alto en el aire al desprenderse de la barra).
Esta
teoría aplica también para la entusiasta del ejercicio promedio. Las caderas
estrechas y largas y las piernas musculosas te hacen más eficiente para correr,
y la combinación de torso largo y piernas cortas ayuda a los nadadores a
deslizarse en el agua de forma muy efectiva. Y... efecto dominó: Mientras más
sencillo es algo para ti, es más probable que lo disfrutes, sigas practicándolo
y triunfes en ello.
Más
allá de literalmente formarte, hay montones de genes que contribuyen a
desarrollar velocidad y resistencia. Los más famosos y bien estudiados del
grupo son ACTN3 y ACE1. ACTN3 está relacionado con la fuerza y potencia
muscular, mientras que ACE1 con la resistencia. “Todos los tenemos, pero, de
nuevo, las
variaciones
son las que nos distinguen”, dice Roth. Así que, aunque no estés entrenando
para, digamos, un medio maratón, teóricamente estarías lista para un tiempo
excelente si tienes las combinaciones más fuertes de los genes para velocidad y
resistencia. Por otro lado, la habilidad atlética puede venir de ambas ramas de
tu familia, pero podrías aun terminar con la mezcla menos fuerte de ambos y
poseer destrezas deportivas por debajo del promedio.
Reportaje
completo en Women’s Health, Enero 2017.
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